Tuesday, April 26, 2011

Recordando una clásica moraleja...

Hace muchos años en una de las tantas pláticas del Sr. Calidad que teníamos en casa a la hora de la comida escuchamos la moraleja que citaré posteriormente. Seguro que la gran mayoría ha escuchado de ella o la ha recibido por correo electrónico.
En un reciente viaje por sudamérica recordé esta moraleja que empleaban para varios países latinoamericanos y pensé, en este país han dejado atrás el individualismo y qué bien emplean el nacionalismo. Ojalá -y lo digo con un gran suspiro de esperanza- ojalá algún día pudiéramos decir lo mismo de nuestro propio país.

LA MORALEJA DE LOS CANGREJOS

Una persona un día asiste al mercado, después de comprar sus verduras, decide comprar unos cangrejos, de los que venden vivos.

Pasó al primer puesto y el encargado tenía dos cubetas: una de cangrejos nacionales y otra de cangrejos importados.

-La persona pregunta- “por qué unos cangrejos se encuentran tapados con una tabla, es que acaso son de mejor calidad?” -El vendedor contesta- No, todos los cangrejos son igualmente buenos.

Pero! -dijo el vendedor- los tapados son cangrejos importados, si no los tapo, cuando uno quiere salir, los demás lo ayudan y cuando este está arriba ayuda a los de abajo para que todos puedan salir así que se escapan todos.
En cambio, los cangrejos nacionales no se encuentran tapados porque la gran mayoría entre ellos no se ayudan, cuando alguno se esfuerza por salir, muchos de los que están abajo lo jalan para que no salga.

Moraleja:

No se puede progresar personalmente, profesionalmente o como país bajo el egoísmo y el individualismo. Debemos unirnos, ayudarnos y apoyarnos mutuamente para salir adelante.

Saturday, September 6, 2008

Fin

El mundo está por terminar, o a veces eso pareciera. Todo lo que volteo a ver a mi alrededor es amorfo, sin pasión, las cosas, las personas, la vida misma pareciera estar ahí debido a una mera inercia. Todo pareciera una película triste de colores sepias y obscuros. No existen los niños, se acabaron. No hay brillo en los ojos, flores o colores brillantes. Me quedo perpleja en el crucero de la Avenida de Los Maestros al ver a un joven mirándome fijamente desde su auto escarabajo ochentero, deteriorado por el paso de los años, de color único, al irse mezclando su color original que pareciera haber sido negro con el óxido, el sarro y la suciedad del exterior.
Corro sin saber porqué hacia él como si una fuerza invisible me obligara a hacerlo, nos tomamos de la mano y caminamos hacia el interior de una estructura en ruinas, ahí no se permite hablar, reírse, suspirar o hacer el mínimo de los ruidos y resulta que es el lugar donde vivimos juntos.
Entramos por una especie de puerta improvisada, pasamos saltando, esquivando y empujando gente extraña a nuestro alrededor, el aire del lugar es tan denso que es prácticamente irrespirable, no hay puertas, ventanas o muebles definidos, todo está devastado, finalmente llegamos a una especie de cama alta improvisada, de tamaño individual que resulta ser todo cuanto poseemos, nos acostamos, lo miro fijamente a los ojos y quiero estallar en llanto pero no hay agua en mi, preguntar ¿qué pasa?, me desespero enormemente hay mucha gente al rededor, sobre todo una señora de color chocolate amargo con cara amargada y de amargo corazón, que me provoca escalofríos. Entonces meto mi cara dentro del pecho del joven y él me rodea con sus largos y delgados brazos. Nos aferramos mutuamente el uno al otro y cerramos los ojos ante el fin de esta vida que no queremos ver terminar.