Saturday, September 6, 2008

Fin

El mundo está por terminar, o a veces eso pareciera. Todo lo que volteo a ver a mi alrededor es amorfo, sin pasión, las cosas, las personas, la vida misma pareciera estar ahí debido a una mera inercia. Todo pareciera una película triste de colores sepias y obscuros. No existen los niños, se acabaron. No hay brillo en los ojos, flores o colores brillantes. Me quedo perpleja en el crucero de la Avenida de Los Maestros al ver a un joven mirándome fijamente desde su auto escarabajo ochentero, deteriorado por el paso de los años, de color único, al irse mezclando su color original que pareciera haber sido negro con el óxido, el sarro y la suciedad del exterior.
Corro sin saber porqué hacia él como si una fuerza invisible me obligara a hacerlo, nos tomamos de la mano y caminamos hacia el interior de una estructura en ruinas, ahí no se permite hablar, reírse, suspirar o hacer el mínimo de los ruidos y resulta que es el lugar donde vivimos juntos.
Entramos por una especie de puerta improvisada, pasamos saltando, esquivando y empujando gente extraña a nuestro alrededor, el aire del lugar es tan denso que es prácticamente irrespirable, no hay puertas, ventanas o muebles definidos, todo está devastado, finalmente llegamos a una especie de cama alta improvisada, de tamaño individual que resulta ser todo cuanto poseemos, nos acostamos, lo miro fijamente a los ojos y quiero estallar en llanto pero no hay agua en mi, preguntar ¿qué pasa?, me desespero enormemente hay mucha gente al rededor, sobre todo una señora de color chocolate amargo con cara amargada y de amargo corazón, que me provoca escalofríos. Entonces meto mi cara dentro del pecho del joven y él me rodea con sus largos y delgados brazos. Nos aferramos mutuamente el uno al otro y cerramos los ojos ante el fin de esta vida que no queremos ver terminar.

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